miércoles, 1 de julio de 2015

MANTENEDOR "FIESTA DE ARTE"

Amigos y amigas, pongo a continuación el texto que leí como mantenedor de la "Fiesta de Arte" dentro del programa de las fiestas de "San Pedro y San Pablo" de mi pueblo, Güímar.
Aprovecho también para dar las gracias a todos los asistentes al acto, vecinos del pueblo y amigos de la isla, y especialmente a Federico Castro Morales que me presentó en este acto.

Espero que os guste:


Queridos güimareros y güimareras, excelentísimas autoridades, amigos todos,  
Cuando me propusieron que fuese el mantenedor de la “Fiesta de Arte” que se incluye en la programación de las fiesta patronales de San Pedro y San Pablo, me embargó la emoción. Volvieron a mí cientos de recuerdos de mi tierra y sus gentes. Memoria de un tiempo que a pesar de los años se me antoja no muy lejano y en ningún caso olvidado; y la ilusión por un futuro de arte y compromiso con mi tierra que ya he iniciado en los últimos años.
No es fácil para un artista plástico que vive y bebe de la imagen, y que nunca ha sido muy de palabra, esta encomienda, pero tomo el encargo con el cariño y el sentimiento de ser y nunca haber dejado de formar parte, aun en la distancia, de este pueblo. Ahora sólo espero que las palabras me acompañen y los nervios no me traicionen.
Güímar, es conocida por su agricultura y yo, hijo y nieto de agricultores que llevamos la tierra en nuestras  venas, le suelo comentar a mis amigos de Madrid que este valle tiene una tierra tan fértil y un clima tan excepcional que tiramos una semilla, la que sea, y crece sin atenderla casi.
Las personas que tenemos la suerte de haber nacido en este pueblo hemos comprobado in situ los esplendidos paisajes, disfrutado de la salida del sol por el horizonte bañando desde la orilla del mar hasta el pico “Cho Marcial” dependiendo de la época del año la variedad de colores que existen en el valle: verdes, ocres, negros, o el inmenso azul del mar.
Los primeros recuerdos que me vienen a la mente cuando pienso en mi niñez en Güímar, son mis tardes en el patio de la casa de mi abuela, jugando a modelar con el barro  y las piedras. A construir o recrear el paisaje de la tierra. Por aquel entonces todos decían “este va a ser albañil” o “a este le gusta el campo”.  Entonces no tenía en mi mente esas profesiones pero sí crear espacios para divertirme en ellos.
La imaginación de un niño en contacto con los elementos, con la tradición y la tierra. La materia en mis manos. La posibilidad de crear y recrearme. Fue claramente mi primera escuela de arte.
Niño aún, yo creo que con 10 u 11 años, quizás menos, me fui a Santa Cruz, como muchos otros. En mi caso con toda mi familia, para continuar estudiando. Guardo grandes recuerdos de esa época, pero si algo no cesa de volver a mi memoria eran los días que volvíamos a Güímar, los fines de semana, disfrutando de ayudar a mi padre en la finca que teníamos en La Costa y que ahora la disfruta mi hermano. Esa tierra generosa, la de nuestro pueblo, capaz de dar vida y germinar cualquier semilla que caiga en su seno.
Recuerdo que de niño, Güímar tenía dos calles principales, la de San Pedro y la calle Nueva (antes se llamaba así), la gente subía o bajaba a misa por la del santo, dependiendo de si vivían en San Pedro Arriba o en San Pedro Abajo, mientras mi padre mis hermanos y yo bajábamos camino de La Costa por la calle Nueva para evitar cruzarnos con quienes cumplían con la obligación dominical.
Más tarde, acompañado de mi madre pues tenía 12 ó 13 años, llegué a la Escuela de Artes y Oficios de Santa Cruz y hablamos con el pintor lagunero Antonio González Suárez, salimos de allí, fuimos al Bazar Colón en la calle Castillo a comprar acuarela y papel, fui alumno suyo durante dos años después disfruté, también, de las enseñanzas de Enrique Lite y Pedro González, etc. con 19 años me fui a Madrid para continuar estudiando Bellas Artes. Fijo residencia en Madrid desde 1980 acompañado de mi compañera y musa Heidi y de mis hijos Daida y Alberto.
Y como suele suceder cuando uno se aleja de la tierra madre, de su paraíso familiar; el paisaje de Güímar fue razón, causa y principio, para mi obra.
Si hago un recorrido en mi mente como en una colección de diapositivas de las obras que he creado a lo largo de mis años, pocas son las que no tienen alguna pincelada, alguna impronta, de los colores tierra únicos y diversos de cualquier cachito de paisaje güimarero, capaz de tornarse desde los cremas a los más sombríos con el devenir del sol en su piel natural.
Años han pasado desde entonces, cientos de lienzos, y todos ellos tocados por el malpaís con su negro imponente, su barrancos, como el de Badajoz (que abre mi serie sobre los barrancos) quebrado por el vergel que riega los alisios. Los infinitos verdes y tierras,  como una paleta inmensa imposible de registrar. El mar como vigía del pueblo en el horizonte, el gran azul de azules.
Pero volvamos a los recuerdos, a este querido Güímar y sus fiestas. A todo aquello que uno no olvida por muchos años que pasen y que, estos días paseando por las calles, emociona recordar.
No puedo olvidar como todas las casas de la calle de San Pedro se encalaban para la festividad. Los enramados de las calles y las fachadas, la procesión hacia San Pedro abajo o San Pedro arriba según el año. Los danzarines trenzando delante del Santo. Y otros tantos recuerdos que revivo y disfruto como entonces.
He de reconocer que mi agnosticismo no me ha dado mucha oportunidad de disfrutar del aspecto religioso de la fiesta, a pesar de eso como se dice “La Virgen de Candelaria y San Pedro por si acaso”.
Pero si algo tiene de especial cualquier fiesta patronal es que permite convivir la católica fecha, con la grandiosa oportunidad de reunir a la familia, de la vuelta a la casa de quienes están lejos, la celebración con vecinos y amigos, y retomar las tradiciones que nunca han de perderse.
Unos días en los que olvidar lo que cada uno es o fue, y convertirse simplemente en hijo de Güímar y hermano de sus paisanos. Disfrutar con ellos y revivir cualquier tiempo pasado, que no teniendo que ser mejor, siempre es recordado con emoción y cariño.
Uno siempre vuelve a la tierra, necesita volver a encontrarse con su esencia, que suele estar cimentada en el pasado, en su origen, en sus raíces. Por eso desde hace unos años inicie un especial viaje de vuelta. Pero no solo un periplo de memoria, sino de futuro y creación. Por eso comencé de nuevo a disfrutar de Güímar como yo sé, con mi familia, amigos, y colegas de profesión y pasión.
Inicié el proyecto de rehabilitación de mi casa, aunque la tengo en la Villa de Arico, en el que continuo, con la intención de convertirlo en hogar, pero también en motor cultural o seno de acción creativa.
Volví a la tierra también en mis obras que, ya en los últimos años, era fiel reflejo de mi amor por el paisaje güimarero. Participé en colaboración con otros cien artistas, entre escritores y plásticos, en el proyecto “El arte en la ínsula de Don Quijote”, dando forma a una fantástica idea y convirtiéndola en referencia internacional de la obra esencial de la literatura castellana y transformándola en germen y nexo de unión para la creación plástica y literaria. Un proyecto ya existente, “El museo el Quijote en el mundo” perteneciente al Instituto Mencey Acaymo, un proyecto humilde pero grandioso, cargado de homenaje, acción artística y amistad, que ha trascendido, traspasado fronteras, y puesto a Güímar como un referente creativo en el mundo de lengua hispana.
Sobre mi obra han escrito escritores de fama nacional e internacional como Azucena Arteaga, Montse Cano, Federico Castro Morales, Juan Carlos de Sancho, Samir Delgado, Verónica García, Luis Antonio González Pérez, Fermín Higuera, Sabas Martín, Luis Francisco Pérez, Antonio Puente, Alejandro Tarantino, entre otros, todos ellos dialogan con mis obras sabiendo que la materia y los colores son los de Canarias en general y Güímar en particular, por lo que este pueblo ha estado presente en todas mis exposiciones por España, Alemania, Holanda, Estados Unidos, etc.
Pero no podemos ni quiero quedarme en lo hecho, sino seguir soñando y proyectando nuevas ideas para Güímar. Convertirlo en un centro de creación y proyección artística. Tomar su tierra, su paisaje, su malpaís, su barrera, sus barrancos, su volcán, sus calles, y transformar este pequeño gran pueblo en un vivero de creación y arte.
Aunar esfuerzos, amistades, ilusiones, ideas, proyectos, artes, empujes, compromisos sociales y políticos, y llenar de arte cada palmo de nuestra tierra, y llegar así a todos los rincones del mundo, y sirvan estos proyectos como llamada para visitantes de dentro y fuera de la isla, y por tanto como motor social, cultural y económico de nuestro pueblo de Güímar.
Y qué mejor que ser el mantenedor de la Fiesta de Arte, de San Pedro, para soñar con ello y comenzar a trabajar desde ya para conseguirlo.
Y para terminar ¡Que viva San Pedro! ¡Que viva La Fiesta de Arte! Y ¡Que viva Güimar!
Güímar, Tenerife

1 comentario:

  1. Enhorabuena, Andrés. Es maravilloso ser profeta en la propia tierra y mucho más cuando es tan merecido.

    ResponderEliminar